Ella tiene 30 000 lunares, el pelo siempre en la cara y cuando guiña su ojo derecho, tú, ya no vuelves a ser tú.
Su miedo se ha perdido, debió irse conmigo porque yo tampoco me encuentro.
A su 70% agua hay que añadirle el hierro y no precisamente por lo fuerte que es, ella es débil y cuando cae, hace que caigas con ella, inevitablemente.
¿Tóxico? Sí ¿Dependiente? Quizá
Y justo cuando lo admites, justo en ese preciso instante, comienzan los juegos;
Las miradas, los mordiscos, heridas en los labios, arañazos en las piernas, ojos cerrados, vibraciones, sensaciones, tentaciones, actuaciones y ZAS.
Ya no hay vuelta atrás, ahora la palma de la mano es más pequeña y el espacio entre los dedos mucho más grande.
Y aunque de mi pensaba que hablaba este relato, me agoto pensando que solo soy un papel secundario.
Este cuento hubo un momento que dejó de ser cierto, el problema que encuentro es que ni tu ni yo somos conscientes de ello.
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